miércoles, 26 de noviembre de 2014


Acostada sobre aquella cama de alfileres nacarados… tan acogedores que duelen.

Pero no contenta con estar en el lugar más cómodo y sangrante al mismo tiempo, me levanté de allí para salir de la zona de confort más fácil y vulgar. O es mentira que el lugar más fácil donde resignarse a estar es aquel en el que te acostumbras al dolor con el paso de los minutos. El coraje está en encontrar el lugar blanco y cálido. Y lo más complicado, que lo sientas parte de ti.

Cansada de estar en un lugar muy conocido por todo mi ser, me dirijo allí donde yo solía girar en torno a mí misma para no perderme. La sangre llegó al río, o fue el río el que llegó a la sangre?.

Ha sido exclusivo mientras duró. Sigo a mi lado, o dentro de mí. Porque eso es algo que nunca cambia, y si cambia tienes un serio problema. Hoy me mimo con algodones magenta. Porque pase lo que pase y sea cual sea la clase de cama en la que estés, mis grietas no dejan correr ríos. No sé si siempre estuve tan condensada o fui tan espesa, solo sé que pesa, y me gusta. Lo que pesa y cae parece ser siempre más real que lo que vuela. 
Y si vuela que sea con hora de vuelta, que no de llegada.

La espera puede significar que todo va. Le estoy cogiendo el gusto a eso de esperar, a pesar de ser siempre de acción, hay cosas que requieren espera, por el atajo no se aprecia el sabor de todos los colores. Que si los colores tienen sabor? Espera y degustarás.
Esperando puedes ver hasta como el agua se hace sangre y los cocodrilos se sienten en su salsa.

Lo que nace azul puede mutar a verde.


Material inflamable no apto para cartones. 

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