viernes, 12 de febrero de 2016

meta-morfosis






Era impensable cómo podía haber tanta luz en aquel lugar tan lúgubre. Luz de sombras la llamaban. La luz que nace de lo más profundo de la opacidad. Era extraño todo lo que la rodeaba… ella no se inmutó ante ningún estímulo ajeno a la normalidad de su jodida realidad. Se encontraba impasible a toda novedad. Hasta que llegó él. El camino hacia otro mundo. Hacia otra realidad. Menos humana. Mucho más respirable aunque apestaba a humedad y a lugar cerrado… pero se podía masticar y tragar sin posibles daños colaterales en alguno de los órganos ya deteriorados y corroídos por la debacle pasada.

Caminar descalza entre cristales se le antojaba tedioso. Ahora buscaba flores suaves y delicadas que no quería arrancar de su raíz para ponerlas en un florero y observar su agonía lenta y placentera. El espejo de uno mismo. Algo había cambiado. O en ese proceso se encontraba. Algo se movía dentro de ella que no era devastador pero que la removía profundamente. Curiosidad.

Bendita curiosidad que despierta del letargo a cualquier momia. La belleza de la fluidez… la belleza del terremoto que lo mueve todo a tus pies, lo destruye, y hace que vuelvas a construir cada cimiento, ladrillo a ladrillo, puente a puente, losa a losa… oxígeno.

Hoy, ella fuma flores. Y él, bebe por ella la luz de las cenizas.  

Intrusiones